
Antiséptico
Simultanea o sucesivamente las palabras se les fueron acumulando en las bocas, que antes eran flores, panes, sorpresas... cosas que se abrían ante el mínimo roce y ahora caverna, pozo, tumba, espanto. Cubiertas de tierra, de piedras, de musgo.
Lo que se debía mantener en lugar fresco y seco, se pudre en las cuevas cerradas y húmedas...
En la boca cerrada no entran moscas, pero es buen terreno para las afecciones fúngicas, esos hongos que les recuerdan que las palabras sin uso, como los besos, se pudren.
Lo que los abrasaba, incendiaba y quemaba todo con nuevas luces, solo les causa quemaduras superficiales, que se olvidan con pomadas compradas sin receta.
El insomnio se les volvió rutina porque ya no hay con qué soñar, ni ganas de quedarse en la cama, lúcido y ronroneante.
El antiguo amor, brillante y radioactivo solo es un sabor mercurial, pesado y gris, que marca siempre la misma temperatura en sus cuerpos inalterables
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