domingo, 23 de octubre de 2011

Sangre fría
Un pino, dos, tres, respirar hondo y seguir contando... cuatro, cinco, infinitos pinos... como tantas cosas de las que ya perdí la cuenta.
Los pies metidos en el lago, redondo y cerrado como el cielo de aquella noche.
Agua fría, como me habías dicho... los lagos del sur y su casi-hielo, su casi-espejo, su casi-cristal.
Me reflejo en el lago y reviso mi retrato esfumado, mi pelo suelto, mi ceño un poco fruncido, mis labios que no pueden tocarse... el frío, el asombro... no sé. Te veo a vos reflejado reflejado en el lago, llegaste sin que te escuche, como buen baqueano, conocés el camino y podés hacerlo sin caerte, no como yo, que en mi carrera hasta acá tropecé varias veces, con ramas y troncos, mis piernas torpes se enredaron tanto...
Pero ahora estás acá, reflejado en el lago, y me dejo resbalar un poco, y apoyo mi cuerpo en el tuyo, cierro los ojos y escucho el viento, me transporto, huelo pinos y eucaliptos, escucho un copo de nieve caer. Respiro hondo, abro los ojos y ya no estás, me separo del tronco en el que me habia apoyado, meto mis manos en el lago, y lentamente lo veo teñirse de rojos de ocaso, de espejo hecho trizas, de amor que se rompe y tu pelo largo flotando para siempre.

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