lunes, 17 de octubre de 2011


Tu cama es enorme

Es tan grande que podemos dormir los dos sin tocarnos, tan grande que entramos vos, yo y todos nuestros fantasmas sin chocarse.
Lo imaginé cuando te vi. Tu altura, que me sigue pareciendo sobrenatural, no podía desenrollarse en cualquier lado, lo confirmé al despertar, cuando todo el sol, y tantos pájaros estaban ahí, casi impidiendo que me levante después de apagar la alarma de mi teléfono.
En la mía solo entramos mis tres gatas, yo, mi ahijado y la madre, pero la perra tiene que dormir abajo, porque su docilidad canina no tiene nada que ver con mis sueños y entonces no entra, porque los empujaría, o ellos la harían salir corriendo.
Además nosotros entramos sí, pero con la flexibilidad felina de encimar hocico- cachete- pata- cola- huequito en la espalda y ronroneo.
Tu colchón en cambio es un abismo gigante, por eso me angustié la otra noche, cuando un cambio de posición me hizo oler mi soledad al palpar el vacío. Estabas ahí, sí, pero en la otra punta y tan lejos que yo no sentía las descargas eléctricas de tu cuerpo, de tus músculos volviendo al reposo.

Quizás va a ser mejor que vuelva a dormir en ese sillón, en el que soy la única que entra extendida, pero donde algunos fantasmas no van porque se les acalambran las piernas y no pueden dormir.

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