miércoles, 18 de abril de 2012


Te cuento
Para carruaje real, este tren fantasma viene bastante flojo de papeles, pero mi árbol genealógico también y ninguna de sus ramas tiene forma de letra gótica y siempre estuve más cerca de las brujas que de las princesas.
No es extraño entonces que todo sea tan al revés, tan maravillosamente dado vuelta y acariciado a contrapelo, no es extraño que sea yo quien vea esa torre, y piense en ir a rescatarte del enorme dragón de metal que te tiene prisionero.
Querido y caprichoso dragón que te obligaba a levantarte antes que el sol, para venir a alimentarlo, porque claro, en tus manos gigantescas un puñado de comida es un banquete aún para este animal desmesurado.
Ya no cumplís con el ritual nutritivo pero cada tanto venís a masajear sus interminables escamas escalonadas con tus pasos, acunarlo con tu voz de ceniza.
Después de todo, él te deja recuperar tus fuerzas con solo mirarte en sus ojos hechizados de pasado, presente y futuro, con solo sentir su brillo metalizado que es brillo de estrellas rebeldes en medio del encierro y la noche, estrellas que guían cuando todo parece perdido. Por eso vas a salir a defenderlo, estandarte en mano, cuando las bestias carroñeras vengan a asediarlo, porque sin el dragón, sin las estrellas, la noche es aún más oscura y opresora.
Yo misma que hace un rato pensé en rescatarte voy a enfrentarme a las bestias usureras, para volver a mirarme y dejarme contagiar por el hechizo, pintar mi estandarte, lustrar mi armadura y entender que era necesario quemarlo todo, dragonizar las calles, para poder empezar de nuevo, sin patrones ni reyes.

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