La estación del olvido
Se levantó ni bien tocó el despertador, con unas ganas locas de seguir, un ratito más, la cama se pone linda justo a la hora de levantarse. Desayunó apenas unos mates mientras se acomodaba el cabello lo mejor posible para que no se le notara el crecimiento de las canas; recordó que tenía que pasarse la tintura y otro día más y no lo había hecho, esta tarde sin falta; dejó la cama sin tender, echó unas prendas del mismo color en el lavarropas, a la vuelta las pondría a secar, pensó. Cambió las chinelas por unos zapatos ya cansados de hacer el mismo trayecto, tomó la cartera, las llaves y salió rumbo a la estación.
Cincuenta minutos después le arrebataron todo, hubo sueños rotos, huesos que crujían, gente que gemía, y una sola estación destinada para unos pocos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario