El valle
Me detuve solo para verla porque no podía hacer otra cosa. Aunque callaba, aunque dormía, aunque existía. Así, quieta, me generaba más pasión que en movimiento, como si no fuera posible dejar de ser. Como si perpetuamente existente su acción fuera inagotable.
No sabía, aún no lo sé, si respiraba, si soñaba, si sentía. ¿Por qué? Sólo porque no podía dejar de sentirme a mí, quieta, helada, callada, mirando el misterio de hacer sin moverse, de moverse sin ser, de compartir con nadie el acto de amar todo, o nada. Porque el todo y la nada también se aman quietos, lejos, sin poder tocarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario